http://www.jornada.unam.mx/2008/08/17/index.php?section=opinion&article=010o1pol
Lo dicho: la captura fulminante por el ejército ruso del estratégico túnel Roki (ver Bajo la Lupa, 10/8/08), que conecta las dos Osetias (la norteña, que forma parte de Rusia, y la sureña república separatista), decidió el estupendo posicionamiento del Kremlin en el Cáucaso –tesis avalada por el portal israelí Debka (15/8/08)– y selló la triste suerte balcanizada de Georgia, que fue conducida a su abismo por su imprudente presidente Mijail Misha Saakashvili, instrumento del megaespeculador George Soros. Debka confirma que Misha ha gritado a los cuatro vientos que Estados Unidos lo empujó a su aventura para luego abandonarlo. ¿A poco deseaba una tercera guerra mundial nuclear?
Los multimedia rusos aseveran que la guerra en Georgia formó parte de una “conspiración del vicepresidente Dick Cheney para frenar la elección de Barack Obama” (Charles Bremner, The Times, 15/8/08). Entonces, se le revirtió su estratagema a Cheney y, de paso, puso en la picota a McCain, quien lució más bélico que nunca. Por cierto, el principal estratega de política exterior del panameño McCain es Randy Scheunemann, anterior director del infame Proyecto del Nuevo Siglo Estadunidense (PNAC, por sus siglas en inglés) –responsable teórico de las guerras contra Irak y Afganistán–, quien fungía como “agente” de Misha en Estados Unidos (Robert Sheer, Truthout, 13/8/08). ¡Qué bonito!
La derrota del régimen torturador bushiano es triple: resucitó a Rusia como nueva potencia euroasiática; perdió la credibilidad con sus aliados en la periferia rusa y permitió el jaque a sus oleoductos que controla(ba) en Georgia, tránsito de los hidrocarburos del mar Caspio a Europa.
Estados Unidos juega la barata retórica propagandista y la Unión Europea (UE) practica desesperadamente la diplomacia, mientras Rusia ha puesto en jaque a todo el Cáucaso: se posicionó en Gori (segunda ciudad en Georgia (a 80 kilómetros de la capital, Tbilisi), con la mira puesta en el cercano oleoducto BTC, y acorrala tanto al puerto Poti en el mar Negro (principal base naval de Georgia) como a la república autónoma de Ajaria (capital Batumi, la antigua Colchis de los griegos), cuya mitad de la población es sunita islámica y la otra rusa.
Según Debka (12/8/08) Rusia ha sitiado Batumi: “importante puerto para el transporte desde Kazajstán y Turkmenistán. Su refinería petrolera maneja los hidrocarburos desde Azerbaiján”. La recuperación de la base militar en Batumi le concedería tres ganancias a Moscú: 1) Ajaria, “tercera provincia semiautónoma, se desprendería del territorio georgiano después de la pérdida de Osetia del Sur y Abjazia; 2) obtendría un pie estratégico en el mar Negro a las puertas de Turquía, y 3) controlaría también el paso a Kazajstán, Turkmenistán, Azerbaiján y Armenia”. ¡Nada más!
Tal es el “efecto Kosovo” que iniciaron Estados Unidos, la UE y la OTAN en los Balcanes y cuya imagen en espejo se refleja ahora en el Cáucaso.
La refinería de Batumi recibe los hidrocarburos provenientes de Azerbaiján (colindante con el mar Caspio), que llegan al puerto de Supsa por oleoducto y luego son transportados por tren a Batumi. Georgia quedaría asfixiada en el mar Negro (su otrora fuerza geopolítica).
El resultado recompone así el mapa geoenergético a los dos lados del Cáucaso: el mar Caspio, que concentra una de las mayores reservas de hidrocarburos del mundo, y el estratégico mar Negro.
Steve LeVine, del muy serio portal alemán Spiegel Online (14/8/08), resalta el “severo golpe energético que recibió Estados Unidos en Georgia” y cuyo “prestigio (sic) quedó hecho añicos en la periferia rusa: en esta parte del mundo, la diplomacia y la guerra versan sobre el petróleo y el gas, así como sobre hegemonía”.
El triunfo de Rusia le concede “ventajas en la lucha por el acceso a 35 mil millones de barriles de petróleo y a varios billones de pies cúbicos de gas. Los probables perdedores: Estados Unidos y las trasnacionales petroleras occidentales que apostaron fuertemente en el mar Caspio”.
Steve LeVine alega que “en el centro de la lucha se encuentra la extensa red de oleoductos” (en funciones y los planeados) “para transportar el petróleo del mar Caspio a los mercados mundiales desde países que formaron parte del imperio soviético”.
La británica BP, encargada del oleoducto BTC (mil 800 kilómetros de largo y con capacidad de un millón de barriles al día), ha sido puesta en jaque por el ejército ruso a una corta distancia. También el famoso proyecto del oleoducto NABUCCO (ver Bajo la Lupa, 13/8/08) ha quedado en el aire.
Chris Ruppel (citado por Steve LeVine), analista de energía de la correduría Execution, comenta que la construcción de oleoductos en el Cáucaso se ha vuelto “vulnerable” a la “ira de Rusia”. Steve LeVine aduce que los “rusos no necesitan cerrar el oleoducto BTC para obtener la ventaja en las guerras de energía”. Días antes de la guerra entre Rusia y Georgia, los separatistas kurdos del PKK habían saboteado parte del BTC en su trayecto turco.
También ChevronTexaco (que tiene un barco con el nombre de Condie Rice) tendrá serios problemas para transportar el petróleo del importante yacimiento Tengiz (Kazajstán), colindante al mar Caspio, del cual posee la mitad de los activos.
Stratfor (14/8/08), centro de pensamiento texano-israelí (que De Defensa asegura es un conglomerado de servicios de inteligencia de Estados Unidos), destaca que la trasnacional británica BP “sufrió un fuerte golpe en el conflicto de Georgia” y vaticina que “los efectos de la guerra en la política energética regional apenas empiezan. El mayor perdedor será BP”, que, más allá de Georgia, “enfrenta perder el control en la exploración, extracción, y las inversiones de oleoductos en Azerbaiján”.
BP contaba con más de 34 mil millones de dólares de activos en la región del mar Caspio a finales de 2007: más de 22 mil millones de dólares en Azerbaiján, casi 10 mil millones de dólares en copropiedad con la petrolera rusa TNK, más de mil 500 millones de dólares en Georgia y casi 750 millones de dólares en Kazajstán. Se desprende que el jaque ruso en Georgia puede significar el mate a las trasnacionales anglosajonas en Azerbaiján.
Stratfor, justo es reconocer, ha brillado intensamente en su pulcra reseña de la guerra del Cáucaso (a diferencia de su siniestra propaganda durante la guerra de Israel y Hezbollah), y refiere que “con la guerra en Georgia, Rusia se consolidó en forma inequívoca como el poder a ser reconocido en su periferia inmediata. Esto significará que los proyectos de energía en Asia central y en el Cáucaso tendrán que tomar en consideración los intereses de Rusia”. Otra vez volvió a perder Cheney.
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