Este texto va en la linea de lo que yo creo, no se trata de policias y miles de elites policiales, se trata de educacion y valores, no no de esos mochos que solo se razgan las ropas pero no hacen nada, si no de valores civiles de convivencia y vida.
México: La cultura de la violencia
Gerardo Fernández Casanova (especial para ARGENPRESS.info)
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Me siento obligado a expresarme en torno al tema de la inseguridad
imperante en México, no tanto por suponer que pueda yo ofrecer puntos
de vista novedosos, como por la necesidad de agregarme a las opiniones
de quienes, desde una mejor atalaya, tienen clara visión del panorama.
Lo hago así porque en la selva de las plumas a sueldo y las voces de
los levantacejas mediáticos, son pocos los que se salvan de hacer el
juego a las cortinas de humo tendidas por el régimen de los oligarcas.
Ante la gritería que reclama mayores penalidades para los
secuestradores y mayores poderes a las policías, apenas se escuchan
las voces que se refieren a las causas efectivas de la violencia.
Destaca, desde luego, la de Andrés Manuel que subraya que el verdadero
combate a la delincuencia pasa, necesariamente, por la eliminación del
modelo económico que sólo ha producido miseria. En esta vertiente,
destaco como pieza inmejorable y de obligada lectura, el artículo de
Bernardo Bátiz V. titulado “Seguridad y descomposición social”
publicado por La Jornada el 18/08/2008 y disponible en su página de
Internet. En abono a mi recomendación anoto que el autor es, a no
dudarse, una verdadera autoridad en la materia, tanto por su formación
académica como por su ejercicio profesional, destacando que sirvió
como Procurador General de Justicia del Distrito Federal en el
gobierno encabezado por López Obrador. Panista de origen, Bátiz
renunció a ese partido cuando, a su juicio y el de muchos otros, se
perdieron los principios doctrinarios en el pragmatismo de la búsqueda
del poder.
No voy a hacer aquí un resumen del artículo; solamente subrayo su
aseveración en el sentido de que la violencia que padecemos es
concomitante con el esquema cultural y económico que caracteriza a la
sociedad actual, por el que se privilegia el éxito económico como el
mayor valor de la persona, y la competitividad como el instrumento
idóneo para alcanzarlo. Es el meollo del asunto y apuntaré algunos
elementos para ejemplificarlo. Procedo:
1.- La real educación del mexicano medio, la que se da en las calles,
en la televisión y en la política, incita a la procuración del dinero
a como dé lugar, no como una meta de bienestar honesto, sino como la
llave de acceso al prestigio y al poder. Merece respeto, según esta
escala de antivalores, quien posee un auto de lujo y del año; quien
viste prendas de marca; el que acude a los restoranes caros acompañado
de rubias despampanantes; el que vacaciona en las playas o en los
esquiaderos de moda internacional; el que dispone del poder de su
firma para comprar lo que se antoje, el que habita en una residencia
sobreprotegida por mil alarmas en fraccionamientos resguardados. Si
careces de tales calificaciones tendrás que zozobrar en el inframundo
de la plebe (o la nacada dicen los hijos de los potentados). Si el
joven afectado por esta pésima educación no tiene al papá rico que le
ponga la mesa para su éxito, se verá muy tentado a emplear métodos
menos ortodoxos para logarlo, incluida de manera especial la
delincuencia.
2.- En la misma vertiente, la tremenda lápida de frustración que
significa la práctica incapacidad para alcanzar ese llamado éxito
social, orilla a la juventud a la salida fácil de la enajenación y el
consumo de drogas, lo que, a su vez, orilla a la necesidad de
delinquir para hacerse de ellas, cuando la mesnada de papá no existe o
es insuficiente.
3.- La vertiente política no deja lugar a dudas. Cuando el país es
gobernado por alguien que no tuvo empacho en declarar que ganó las
elecciones “haiga sido como haiga sido” la lección resulta clara: para
triunfar no hace falta convencer sino tener la capacidad de hacer
trampas. Me detengo aquí para destacar el hecho de que la voz más
escuchada y la imagen más vista es la del Presidente de la República,
especialmente en los tiempos actuales de excesiva propaganda mediática
que rebasa la presencia de los ídolos de moda, lo que la convierte en
la figura de mayor influencia educacional directa, para bien o, como
en el caso actual, para mal.4.- En este estado de cosas, los instrumentos tradicionales de combatejefe nato es un delincuente electoral. No veo cómo pueda exigírseles
al crimen están de antemano vencidos. Las policías están formadas por
hombres y mujeres de carne y hueso, sometidos a los mismos incentivos
delicuenciales observados en el medio social. Las leyes, por más
severas que sean, son aplicadas por simples mortales, igualmente
impregnados por la propaganda consumista. Para mayor abundamiento, su
una actitud heroica en la lucha por la seguridad y la justicia. Las
muy honrosas excepciones confirman la regla.
5.- Si, para acabarla de amolar, el modelo económico provoca
desempleo, el incentivo al delito se multiplica. No es fácil para un
padre de familia hacer frente a las necesidades de la familia, menos
aún cuando estas están ordenadas por la cultura consumista.
En conclusión. El combate a la inseguridad por la vía de la represión
del estado fracasará rotundamente, en tanto persistan las condiciones
culturales y económicas que le dan origen.
Alguien, no hace mucho, me dijo (creo que fue mi alter ego): "Los valores dejan de valer cuando no se tiene que comer". Mimismo dice: "Los valores dejan de valer cuando apenas se tiene para comer".
ResponderEliminarLa seguridad pública es importante, pero la seguridad social es fundamental para lograr una convivencia civilizada.