Salvador García Soto
Serpientes y Escaleras
08 de noviembre de 2008
Calderón: ¿oportunidad perdida?
Pocas, muy pocas veces en su gobierno Felipe Calderón Hinojosa logrará una muestra de unidad y solidaridad como la que se le brindó el jueves pasado tras la trágica muerte de su secretario de Gobernación
El apoyo moral total e incondicional que nunca tuvo Carlos Salinas y sí tuvo Calderón el jueves pasado quedó reducido a un acto personalísimo de amistad
Pocas, muy pocas veces en su gobierno Felipe Calderón Hinojosa logrará una muestra de unidad y solidaridad como la que se le brindó el jueves pasado tras la trágica muerte de su secretario de Gobernación.
La clase política en pleno, sus opositores —los más férreos y los moderados—, los gobernadores, empresarios, el clero, los militares, acudieron al Campo Marte al homenaje que se rindió a Juan Camilo Mouriño, a José Luis Santiago Vasconcelos y a los otros cuatro funcionarios que murieron el martes al estrellarse el avión en que viajaban en las calles de la ciudad de México.
Era todo un acto de Estado para despedir al amigo y a uno de los hombres más cercanos al mandatario. Y era también la oportunidad para que Felipe Calderón relanzara su gobierno y aprovechara la incondicional solidaridad con un mensaje que muchos esperaban como una amplia convocatoria a la unidad, al trabajo conjunto de todas las fuerzas políticas, por encima de sus diferencias.
El marco estaba puesto para una convocatoria presidencial abierta y clara a un pacto político que permita al país enfrentar la difícil situación que nos traerá la conjunción de los problemas económicos y sociales, con la inseguridad y la violencia irracional que campea en el país por la guerra contra el narcotráfico.
¿Qué hizo en cambio el Presidente? Prefirió centrar su mensaje en una defensa personal, emotiva y humana, pero al fin muy personal, de su colaborador fallecido. “Juan Camilo fue objeto de críticas y víctima de calumnias; sin embargo, puedo asegurar que fue un hombre franco y honesto”, dijo Calderón en un intento por honrar y limpiar la memoria de su secretario de Gobernación.
El gesto presidencial, motivado por la conocida cercanía que tenía con el funcionario caído, fue acompañado por una cita bíblica, la parábola de las bienaventuranzas con la que Calderón se refirió a su amigo caído como “limpio de corazón”. El acto de Estado se reducía así a un emotivo homenaje personal.
En varias ocasiones vimos cómo al jefe del Ejecutivo se le quebraba la voz por el dolor que le causaba el hecho, tomaba agua o aire para contener el sentimiento y reafirmaba así que la tragedia, sin menoscabo de su parte humana, también tiene un innegable bono moral que llevó en estos días al Presidente a altísimos niveles de apoyo de todos los mexicanos, incluidos sus opositores políticos.
Con su discurso, fue el mismo presidente Felipe Calderón quien llevó a las exequias de su amigo a Andrés Manuel López Obrador, que sin estar en aquella ceremonia, se hizo presente en el Campo Marte. Porque el mensaje presidencial era directo para el tabasqueño, que puso en tela de juicio la honorabilidad de su amigo, al revelar aquellos contratos con Pemex que firmó en vida Mouriño como representante de sus empresas familiares cuando al mismo tiempo era funcionario del sector energético.
Calderón evidenciaba así el efecto nocivo que causó en él y su gobierno aquel lance de López Obrador, cuyas acusaciones de tráfico de influencias no fueron probadas como algo ilegal, pero sí lograron permear en un sector de la opinión pública y dañar la imagen del fallecido funcionario.
Así, el homenaje de Estado que no tuvo ni siquiera en su momento el asesinado candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, o el apoyo moral total e incondicional que nunca tuvo Carlos Salinas y sí tuvo Calderón el jueves pasado, quedó reducido a un acto personalísimo de amistad.
En la disyuntiva de aprovechar el momento para capitalizar la solidaridad política y volverla puntal de una estrategia de Estado que redimensionara su gobierno u optar por confirmar su lealtad y amistad personal, el Presidente optó por lo segundo. Y relegó a un segundo plano el llamado a la unidad y al trabajo conjunto de todas las fuerzas políticas por el país.
Tal vez lo ocurrido en el Campo Marte fue el preludio del relevo que se anunciará este fin de semana o el lunes en la Secretaría de Gobernación. Si algunos esperaban que Calderón aprovechara la crisis de gabinete que provocó la tragedia para rediseñar y lanzar su gobierno y borrar la imagen de una administración cerrada a un círculo amistoso y partidista, se van a quedar esperando.
sábado, 8 de noviembre de 2008
Nula vocación política de Calderón aun con viento a favor.
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