Por: Edgar González Ruiz
Sigue la serie sangrienta que caracteriza al gobierno encabezado por Felipe Calderón, Fecal, como era de esperarse dada la índole tramposa y sanguinaria de ese personaje.
Luego de la masacre del 15 de septiembre en Morelia, que el gobierno Fecal quiso convertir en pretexto para una mayor militarización del país, hoy 4 de noviembre, muere en un misterioso accidente en plena avenida Reforma, de la ciudad de México, el secretario de Gobernación del gobierno espurio, Juan Camilo Mouriño Terrazo.
..
Nacido en España, vástago de una familia de empresarios tramposos, Mouriño fue amigo y cómplice de Fecal, al grado de que en los círculos cortesanos habían quien lo consideraba posible candidato a la presidencia en 2012.
Mouriño no tuvo escrúpulos para incorporarse como secretario de Gobernación del espurio, cargo en el que demostró ser un inepto, y quizás un lastre cada vez más pesado para el visceral y alcohólico Fecal, además de que las intrigas palaciegas en el gobierno derechista son cada vez más visibles.
Como suele suceder con los crimenes de estado, quizás nunca se llegue a saber qué motivó el pretendido accidente en el que murió tanto Mouriño como otros funcionarios del gobierno ilegítimo, así como personas inocentes cuya única falta fue salir a la calle precisamente en el momento en que el avión misteriosamente se desplomó.
Si la regla del gobierno Fecal es resolver de manera sanguinaria sus conflictos y cambios de humor, episodios como el de Morelia y como el de la muerte de Mouriño se seguirá repitiendo, y los medios oficialistas los justificarán mediante pretextos infantiles desde el "crimen organizado" hasta el haberse subido a un avión que misteriosamente lo llevó a la muerte.
Por eso, cada uno de esos episodios no se podrá aclarar de otra forma, y en cambio continuarán ocurriendo otros similares. El día de mañana, habrá otro crimen de estado, o un "accidente" tan misterioso como el de Mouriño, en el cual, o bien habría que creer en lo altamente improbable y oportuno (pues ya Mouriño le estorbaba a Fecal); o bien, si no se trató de un accidente, Mouriño murió a manos del único que estaba en posibilidades de matarlo, que era Fecal.
Independientemente de eso, la muerte de Mouriño ha sido un pretexto más que el gobierno de Fecal trate, a su conveniencia, de enaltecer su memoria, e incluso, cínicamente, de victimizarlo.
Si Mouriño fue víctima, lo fue quizás de Fecal y en todo caso de su propia ambición, que lo llevó al peligroso juego de ponerse al servicio de un político criminal.
Desde luego no es ético celebrar la muerte de nadie, pero en el plano político y cívico, Mouriño y demás complices del gobierno espurio no son mejores por el hecho de haber muerto.
Ahora proliferan las actitudes plañideras de "solidarizarse" con los parientes de Mouriño y demás compinches de Fecal; no cabe ninguna solidaridad con ellos en tanto fueron funcionarios de un gobierno espurio, que violó la voluntad popular.
Desde luego, sus parientes y amigos lamentarán su muerte, pero mucho más lo es la de cualquiera de las personas inocentes que tuvieron que morir por haberse topado en la calle de Reforma con el avión de Mouriño.
Esas personas sí fueron realmente inocentes, pues sin haber tenido que ver con el fraude, ni con la corte de Fecal tuvieron que morir esa tarde.
No es cierto, como dice ahora el coro de medios oficialistas, que Mouriño haya sido un "destacado", "experimentado" o "valioso" funcionario; fue simplemente un derechista tramposo, ambicioso, sin escrúpulos, cuyo estilo personal correspondía al modelo del "éxito" capitalista.
Su muerte no borra sus negocios turbios ni los de su padre, que se han estado ventilando en la opinión pública; la gestión de Mouriño no le dejó nada bueno a México, pero su muerte debería servir como metáfora de lo efímero que es el poder.
Sigue la serie sangrienta que caracteriza al gobierno encabezado por Felipe Calderón, Fecal, como era de esperarse dada la índole tramposa y sanguinaria de ese personaje.
Luego de la masacre del 15 de septiembre en Morelia, que el gobierno Fecal quiso convertir en pretexto para una mayor militarización del país, hoy 4 de noviembre, muere en un misterioso accidente en plena avenida Reforma, de la ciudad de México, el secretario de Gobernación del gobierno espurio, Juan Camilo Mouriño Terrazo.
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Nacido en España, vástago de una familia de empresarios tramposos, Mouriño fue amigo y cómplice de Fecal, al grado de que en los círculos cortesanos habían quien lo consideraba posible candidato a la presidencia en 2012.
Mouriño no tuvo escrúpulos para incorporarse como secretario de Gobernación del espurio, cargo en el que demostró ser un inepto, y quizás un lastre cada vez más pesado para el visceral y alcohólico Fecal, además de que las intrigas palaciegas en el gobierno derechista son cada vez más visibles.
Como suele suceder con los crimenes de estado, quizás nunca se llegue a saber qué motivó el pretendido accidente en el que murió tanto Mouriño como otros funcionarios del gobierno ilegítimo, así como personas inocentes cuya única falta fue salir a la calle precisamente en el momento en que el avión misteriosamente se desplomó.
Si la regla del gobierno Fecal es resolver de manera sanguinaria sus conflictos y cambios de humor, episodios como el de Morelia y como el de la muerte de Mouriño se seguirá repitiendo, y los medios oficialistas los justificarán mediante pretextos infantiles desde el "crimen organizado" hasta el haberse subido a un avión que misteriosamente lo llevó a la muerte.
Por eso, cada uno de esos episodios no se podrá aclarar de otra forma, y en cambio continuarán ocurriendo otros similares. El día de mañana, habrá otro crimen de estado, o un "accidente" tan misterioso como el de Mouriño, en el cual, o bien habría que creer en lo altamente improbable y oportuno (pues ya Mouriño le estorbaba a Fecal); o bien, si no se trató de un accidente, Mouriño murió a manos del único que estaba en posibilidades de matarlo, que era Fecal.
Independientemente de eso, la muerte de Mouriño ha sido un pretexto más que el gobierno de Fecal trate, a su conveniencia, de enaltecer su memoria, e incluso, cínicamente, de victimizarlo.
Si Mouriño fue víctima, lo fue quizás de Fecal y en todo caso de su propia ambición, que lo llevó al peligroso juego de ponerse al servicio de un político criminal.
Desde luego no es ético celebrar la muerte de nadie, pero en el plano político y cívico, Mouriño y demás complices del gobierno espurio no son mejores por el hecho de haber muerto.
Ahora proliferan las actitudes plañideras de "solidarizarse" con los parientes de Mouriño y demás compinches de Fecal; no cabe ninguna solidaridad con ellos en tanto fueron funcionarios de un gobierno espurio, que violó la voluntad popular.
Desde luego, sus parientes y amigos lamentarán su muerte, pero mucho más lo es la de cualquiera de las personas inocentes que tuvieron que morir por haberse topado en la calle de Reforma con el avión de Mouriño.
Esas personas sí fueron realmente inocentes, pues sin haber tenido que ver con el fraude, ni con la corte de Fecal tuvieron que morir esa tarde.
No es cierto, como dice ahora el coro de medios oficialistas, que Mouriño haya sido un "destacado", "experimentado" o "valioso" funcionario; fue simplemente un derechista tramposo, ambicioso, sin escrúpulos, cuyo estilo personal correspondía al modelo del "éxito" capitalista.
Su muerte no borra sus negocios turbios ni los de su padre, que se han estado ventilando en la opinión pública; la gestión de Mouriño no le dejó nada bueno a México, pero su muerte debería servir como metáfora de lo efímero que es el poder.
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