JUAN ANTONIO TACK
La Prensa
Barak Obama llegará a la Casa Blanca para recibir la terrible
herencia que le deja el señor George W. Bush hijo. Millones de
personas en el mundo tienen esperanza de que Obama “cambiará las
cosas” para bien de su país y de la comunidad internacional; otros
miles, principalmente dentro de Estados Unidos, no soportan ni
soportarán que él haya sido elegido, legítimamente, para regir sus
destinos. Ya Obama ha demostrado que desea cambiar algunas cosas
con la designación de destacadas personalidades de la élite
científica para ocupar altos cargos y su compromiso de sacar a su
país del marasmo evangélico en que lo tiene postrado Bush hijo.
Desde su independencia, hace 232 años, Estados Unidos ha sido “el
imperio de la guerra permanente”, de acuerdo con un excelente
estudio realizado por el diario Le Monde de París (2007). Y también
ha sido “un imperio del miedo permanente”, ayer el comunismo, hoy
el terrorismo, guiado por su complejo western de bandidos y
vaqueros: ellos, Estados Unidos son los vaqueros, es decir, los
buenos (el bien); cualesquiera otros que resistan sus imposiciones,
son bandidos, es decir, los malos (el mal).
Ahora le corresponde a Obama recibir, entre la variada y tenebrosa
herencia que le deja Bush hijo, la estrategia estadounidense de la
globalización de los problemas y conflictos y la absurda ideología
del “choque de civilizaciones”. ¿Qué hará Obama cuando tenga que
enfrentarse directamente a la cruda realidad de que el Pentágono no
debe verse solamente como un aparato burocrático y militar
autónomo, sino como el crisol donde se funden los intereses
políticos, económicos y militares del pequeño pero poderoso grupo
que manda de verdad en su país?
La concepción de la “guerra perpetua” es un corolario de la
“doctrina de movilización y de guerra preventiva” elaborada por
teóricos politólogos de la extrema derecha estadounidense para
darle coherencia al proyecto imperial de Bush hijo. La primera
expresión tajante de ese proyecto la anunció, con mucha
tranquilidad, el ex presidente Richard Nixon, al inicio de la
primera guerra de Irak (1991), con esta sentencia: “No vamos hasta
allá para defender la legalidad internacional. Vamos hasta allá, y
debemos ir, porque no permitimos que toquen nuestros intereses
vitales”. (The New York Times, 7 de enero de 1991). A más largo
plazo, el objetivo de Estados Unidos, de acuerdo con los
lineamientos del grupo de Bush hijo, es la dominación unilateral y
absoluta del mundo a través de la total superioridad militar. De
allí la imperiosa necesidad de mantener el presupuesto del
Pentágono en un porcentaje permanente que corresponda a la mitad de
todos los otros presupuestos militares del resto del mundo juntos,
incluyendo los de Rusia y China.
Además, la mundialización (globalización) neoliberal de la economía
es inseparable de la reafirmación de la hegemonía de EU. Dos de los
mejores alumnos de ese neoliberalismo globalizador son México y
Panamá.
A partir de las dos guerras de Irak se ha expandido el archipiélago
militar de Estados Unidos por todos los rincones de nuestro
planeta, para satisfacer su permanente y voraz apetito por las
tierras y aguas de otros. Pero, aunque los medios (torturas y
otros) utilizados en la “guerra contra el terrorismo” entran en
contradicción con el discurso oficial sobre la supuesta
“democratización”, esto no les quita el sueño a los guerreros de la
escuela de Bush hijo. Para Estados Unidos las resoluciones de la
Asamblea General de la ONU y los fallos de la Corte Internacional
de Justicia no tienen fuerza legal cuando no les conviene; son
meras recomendaciones.
Los dirigentes y los medios de comunicación de Estados Unidos ven
en el destino de su país “la obra de Dios”. No solamente “Dios vela
por América” sino que también la inviste de una misión histórica
civilizadora. “La libertad que celebramos no es el regalo de
América al mundo, es el don de Dios a la humanidad”, expresó Bush
hijo (mensaje de 2003). Ya, antes, el famoso Dick Cheney,
secretario de Defensa de Bush padre, había explicado esa misión
así: “Ganando lo más rápidamente posible la guerra [en Irak],
América aparecerá más fuerte ante los ojos del mundo entero. Y
habrá probado que cuenta con los recursos necesarios para instaurar
un nuevo orden mundial”. (Le Tribune, 5 de febrero de 1991).
¿Continuará Obama llevando hacia adelante esa “misión
civilizadora”? ¿Cambiará el imperio estadounidense a un estado de
hiperpotencia “benevolente”, “humanitaria” y “justa”? O, ¿qué hará?
Mejor dicho, ¿qué le permitirán hacer?
miércoles, 7 de enero de 2009
LA DOCTRINA DE LA ‘GUERRA PERPETUA’
Etiquetas:
Barack Obama y racismo,
guerra perpetua,
guerra preventiva
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