El historiador israelí Shlomo Sand cuestiona varios de los mitos oficiales del sionismo en su libro Cuándo y cómo se inventó el pueblo judío.
EUGENIO GARCÍA GASCÓN - Tel Aviv - 02/06/2008 18:43
Shlomo Sand, profesor de Historia de Europa en la Universidad de Tel Aviv, acaba de publicar "Cuándo y cómo se inventó el pueblo judío", donde cuestiona algunos principios de la historia sionista oficial.
El libro se ha mantenido cuatro semanas en la lista de los más vendidos en Israel, algo que Sand no acaba de entender. A cambio ha tenido pagar el peaje de recibir anónimos donde se le amenaza e insulta, llamándole kelev natzi masria (perro nazi apestoso) y otras lindezas. Sin embargo, no parece muy preocupado. El libro contiene dos tesis que en el pasado tuvieron cierto predicamento, también entre historiadores sionistas, pero que hoy han sido archivadas: que los actuales judíos provienen de pueblos paganos que se convirtieron al judaísmo lejos de Palestina, y por lo tanto no descienden de los antiguos judíos, y que los palestinos árabes son los únicos descendientes de los antiguos judíos.
Decir que el pueblo judío es una invención del siglo XIX parece una provocación.
A finales del XVIII y principios del XIX surgió el nacionalismo, y en la segunda parte del XIX se cimentó la idea del nacionalismo judío. Los franceses sabían que su pueblo existía desde los galos, los alemanes sabían que su pueblo existía desde los teutones, y los judíos empezaron a pensar que eran un pueblo desde el segundo Templo.
Y en su opinión eso no es correcto.
Sostengo que eso es una "invención", de la misma manera que no creo que hubiera un pueblo francés hace 250 años. La mayoría que vivía en el reino francés no sabían que eran franceses, incluso no lo sabían en la primera mitad del siglo XIX.
Sin embargo, los judíos siempre han tenido una identidad.
No creo que haya habido un pueblo judío hasta recientemente. Incluso le diré que ni siquiera pienso que hoy haya un pueblo judío.
¿Por qué?
La Biblia no es un libro histórico, es un libro de teología. Fueron los protestantes, y luego los judíos, los que convirtieron la Biblia en un libro de historia.
¿El pueblo judío es una invención cristiana?
Así es. Pongamos por ejemplo el supuesto exilio judío. El exilio nunca existió. Cuando los romanos destruyeron el Templo en el año 70 de la era cristiana, no expulsaron a los judíos por la fuerza. Los romanos nunca exiliaron a pueblos, algo que sí hicieron los asirios y los babilonios con algunas elites.
¿Cuándo empezó entonces esa versión de la historia?
La historia sionista tomó un mito cristiano del mártir Justino, que fue el primero que dijo, en el siglo III, que Dios había castigado a los judíos con el exilio porque no aceptaron a Jesús. Esa es la primera vez que afirma que los judíos fueron deportados.
Entonces, no hubo deportación...
Es cierto que los romanos no permitieron a los judíos que vivieran en Jerusalén, pero los cristianos crearon la fantasía de que no se les permitió vivir en toda Judea. La raíz del mito del exilio judío es cristiana. Nunca hubo exilio. No hay ningún libro científico que lo diga. En los billetes de 50 shekels se dice que Tito deportó a los judíos, pero es un mito.
Esto va en contra de lo que se dice comúnmente.
Así es, aunque ahora hay historiadores que dicen "Bueno, no hubo exilio pero sí que hubo emigración". Lo cierto es que como los griegos y los fenicios, los judíos viajaron por el Mediterráneo...
¿Acaso no es cierto? En España ya había judíos en aquella época.
Antes de Jesucristo había en Palestina entre medio millón y un millón de judíos. La inmensa mayoría, un noventa por ciento, o quizás un noventa y cinco por ciento, eran campesinos. Los judíos no eran como los fenicios o los griegos, no viajaban tanto como ellos por el mar. La proporción de los que salieron es infinitamente muy pequeña.
¿Incluso después de la destrucción del Templo en el año 70?
Incluso entonces. Lo que ocurrió antes del 70, en el periodo que va de los Macabeos a Adriano, es que el judaísmo comenzó a dispersarse. Atención, el judaísmo fue el que se dispersó, no los judíos. Es cierto que salieron comerciantes y soldados que llevaron consigo la idea monoteísta, pero no fueron muchos. Los Macabeos conquistaron Edom y obligaron por la fuerza a sus habitantes a convertirse al judaísmo. Lo mismo ocurrió en Galilea. Desde el siglo II antes de Cristo hasta el siglo II después de Cristo, el judaísmo fue el primer monoteísmo proselitista.
¿Ocurrió lo mismo en la diáspora?
En el Mediterráneo, a finales del siglo I después de Cristo había cuatro millones de creyentes judíos. Es en ese periodo proselitista cuando el judaísmo se proyecta en el Mediterráneo.
¿Quiere decir que la mayoría de los judíos del Mediterráneo no venían de Palestina?
Efectivamente, la inmensa mayoría no venían de Palestina. Eran conversos. Desde la época de Adriano, en el siglo II, se experimentó una caída drástica del número de judíos porque muchos se convirtieron al cristianismo. De cuatro millones de creyentes judíos se bajó a un millón.
¿Se convirtieron al cristianismo?
Y lo que voy a decir ahora está relacionado con España. A principios del siglo IV se produce la victoria del cristianismo con Constantino y decrece el número de judíos. El judaísmo prevalece sobre todo en Palestina, en Babilonia y en el norte de África. En el norte de África, en el siglo VII, cuando llega el islam, quienes luchan contra el islam son los judíos. Hay una reina judía bereber, Dahia Kahina, que luchó contra los musulmanes. El historiador árabe Ibn Jaldun menciona que en la zona había tribus judías muy populosas. La reina Kahina murió luchando contra los musulmanes en 694. Tariq ibn Ziyad, el conquistador de España en 711, era bereber. Hay muchos testimonios cristianos antiguos que dicen que los conquistadores eran judíos y musulmanes. Muchos judíos se sumaron al ejército musulmán porque padecieron mucho durante los reinos visigodos.
¿Sólo entonces entran los judíos en España de forma masiva?
Me he preguntado a menudo por qué había tantos judíos en España y no en Francia o Italia, por qué había tantos judíos en el lugar geográficamente más alejado de Palestina. Es obvio que hubo algunos soldados y comerciantes que se convirtieron, como en Francia o Italia. Pero, ¿por qué de repente hay tantos judíos en España? Creo que la respuesta se ha de buscar en la conquista bereber de judíos y musulmanes. El conquistador Tariq ibn Ziyad pertenecía a la tribu Nafusa, la misma tribu de la reina Kahina. Si en 711 Tariq ocupó un puesto tan destacado, es muy posible que en 694 fuera un soldado en el ejército judío de Kahina. No puede ser de otra manera. Con gran seguridad Tariq era un judío que se convirtió al islam. Si se leen los testimonios antiguos, se ve que los cristianos acusan conjuntamente a los musulmanes y a los judíos de la conquista de España. Creo que es por eso por lo que el número de judíos en España es tan superior al número de judíos en Francia o Italia.
Entonces, ¿la mayoría de los judíos españoles provenían de los judíos bereberes conversos?
En efecto. Pondré otro ejemplo, el de los judíos de Yemen. También hubo un reino judío en Yemen durante 120 años, a finales del siglo V y principios del VI, una tribu que se había convertido al judaísmo.
Usted menciona también el reino de los jázaros, un pueblo originario de Asia central, que se convirtió al judaísmo.
Con los jázaros ocurre exactamente lo mismo: es el judaísmo, y no los judíos, el que se expande. La masa demográfica más numerosa es la de los jázaros. Es curioso que el sionismo reconoce la importancia de los jázaros hasta 1967, y después deja de ser una tesis legítima.
¿De los jázaros provienen los judíos ashkenazis de Europa?
Así es. Los mongoles expulsaron a los jázaros hacia Europa. No puede ser que los judíos de Polonia vengan de Alemania, porque en Alemania, en los siglos XII y XIII, apenas había unos cientos de judíos, y de ahí no se puede pasar de la noche a la mañana a tres millones de judíos en Polonia, es sencillamente imposible. Los judíos de Polonia, y de otros países de Europa oriental, sólo pueden venir de los jázaros. Todavía en 1961 hay un prestigioso historiador israelí que afirma que los jázaros son los antepasados de los judíos de Europa oriental. Entonces aún se aceptaba que no provenían de Alemania.
Su teoría es que la inmensa mayoría de los judíos de hoy no provienen de Palestina sino de otros pueblos que se convirtieron al judaísmo.
Así es. Pero hay otra cuestión importante: Si no hubo exilio en Palestina, si los romanos no expulsaron a los judíos, ¿qué les ocurrió a los judíos de Palestina? Hay muchos historiadores israelíes, incluidos Yitzhak ben Zvi, el segundo presidente de Israel, o David ben Gurion, que hasta 1929 afirman que los palestinos árabes son los verdaderos descendientes de los judíos. Esta tesis que sostuvieron los mayores sionistas se murió en 1929. Todavía en 1918 Ben Zvi y Ben Gurion escribieron juntos un libro donde se afirma que los palestinos son los auténticos descendientes de los judíos. Sin embargo, decir esto hoy es causa de escándalo.
El sionismo no lo acepta.
Es necesario comprender que hay dos versiones del nacionalismo, una del río Rin hacia Occidente y otra del Rin hacia Oriente. En todas partes se inicia el nacionalismo como un fenómeno racista etnocéntrico, pero en Occidente deriva hacia un movimiento político civil. En cambio, al Oriente del Rin prevalece su carácter etnocéntrico. En las dos partes hay racismo. En Francia, si tienes la nacionalidad francesa eres francés, gracias a los valores republicanos. Pero en Alemania, incluso aunque tengas la nacionalidad no eres necesariamente alemán. En Polonia, desde 1919, si no eres católico no eres polaco. El sionismo nació entre Alemania y Polonia y por eso recibió una forma medio alemana y medio polaca.
Pero un judío es el hijo de una madre judía.
Sí según la ley religiosa, pero para el sionismo el judaísmo es pueblo y nación. No se puede entrar pero tampoco se puede salir. Sólo se puede entrar si te conviertes religiosamente. El sionismo no era religioso pero utilizó la religión porque no disponía de otros instrumentos para delimitar el judaísmo. Mi tesis es que el sionismo asumió los componentes etno-religiosos de los polacos y etno-biológicos de los alemanes y creó una especie de nacionalismo cerrado, que no es político ni civil como fueron los nacionalismos occidentales.
¿Y cuál es su pronóstico de cara al futuro?
Al día de hoy el sionismo conserva su carácter etnoreligioso y creo que eso destruirá el Estado de Israel.
¿Por qué?
El Estado de Israel dice que es el Estado del pueblo judío y que es un Estado democrático y judío, y eso es un oxímoron, una contradicción. Un Estado democrático pertenece a todos sus ciudadanos. Una cuarta parte de los ciudadanos de Israel no son judíos, pero el Estado dice que pertenece sólo a los judíos. Hay leyes que dicen que el Estado es judío, y que el Estado no está abierto a los demás. El sionismo no reconoce a los "israelíes" no judíos y esto no puede continuar. Incluso si Israel sale de los territorios ocupados no habrá calma. Los árabes están viviendo en un Estado que dice que no es de ellos, en cuyo himno nacional se habla del "espíritu judío". ¿Cuánto tiempo puede durar esta situación? °
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martes, 21 de octubre de 2008
"El pueblo judío es una invención"
Artículo aparecido en www.publico.es, 27 de Mayo de 2008.
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Zionist nationalist myth of enforced exile
Israel deliberately forgets its history
An Israeli historian suggests the diaspora was the consequence, not of the expulsion of the Hebrews from Palestine, but of proselytising across north Africa, southern Europe and the Middle East
By Schlomo Sand
Every Israeli knows that he or she is the direct and exclusive descendant of a Jewish people which has existed since it received the Torah (1) in Sinai. According to this myth, the Jews escaped from Egypt and settled in the Promised Land, where they built the glorious kingdom of David and Solomon, which subsequently split into the kingdoms of Judah and Israel. They experienced two exiles: after the destruction of the first temple, in the 6th century BC, and of the second temple, in 70 AD.
Two thousand years of wandering brought the Jews to Yemen, Morocco, Spain, Germany, Poland and deep into Russia. But, the story goes, they always managed to preserve blood links between their scattered communities. Their uniqueness was never compromised.
At the end of the 19th century conditions began to favour their return to their ancient homeland. If it had not been for the Nazi genocide, millions of Jews would have fulfilled the dream of 20 centuries and repopulated Eretz Israel, the biblical land of Israel. Palestine, a virgin land, had been waiting for its original inhabitants to return and awaken it. It belonged to the Jews, rather than to an Arab minority that had no history and had arrived there by chance. The wars in which the wandering people reconquered their land were just; the violent opposition of the local population was criminal.
This interpretation of Jewish history was developed as talented, imaginative historians built on surviving fragments of Jewish and Christian religious memory to construct a continuous genealogy for the Jewish people. Judaism’s abundant historiography encompasses many different approaches.
But none have ever questioned the basic concepts developed in the late 19th and early 20th centuries. Discoveries that might threaten this picture of a linear past were marginalised. The national imperative rejected any contradiction of or deviation from the dominant story. University departments exclusively devoted to “the history of the Jewish people”, as distinct from those teaching what is known in Israel as general history, made a significant contribution to this selective vision. The debate on what constitutes Jewishness has obvious legal implications, but historians ignored it: as far as they are concerned, any descendant of the people forced into exile 2,000 years ago is a Jew.
Nor did these official investigators of the past join the controversy provoked by the “new historians” from the late 1980s. Most of the limited number of participants in this public debate were from other disciplines or non-academic circles: sociologists, orientalists, linguists, geographers, political scientists, literary academics and archaeologists developed new perspectives on the Jewish and Zionist past. Departments of Jewish history remained defensive and conservative, basing themselves on received ideas. While there have been few significant developments in national history over the past 60 years (a situation unlikely to change in the short term), the facts that have emerged face any honest historian with fundamental questions.
Founding myths shaken
Is the Bible a historical text? Writing during the early half of the 19th century, the first modern Jewish historians, such as Isaak Markus Jost (1793-1860) and Leopold Zunz (1794-1886), did not think so. They regarded the Old Testament as a theological work reflecting the beliefs of Jewish religious communities after the destruction of the first temple. It was not until the second half of the century that Heinrich Graetz (1817-91) and others developed a “national” vision of the Bible and transformed Abraham’s journey to Canaan, the flight from Egypt and the united kingdom of David and Solomon into an authentic national past. By constant repetition, Zionist historians have subsequently turned these Biblical “truths” into the basis of national education.
But during the 1980s an earthquake shook these founding myths. The discoveries made by the “new archaeology” discredited a great exodus in the 13th century BC. Moses could not have led the Hebrews out of Egypt into the Promised Land, for the good reason that the latter was Egyptian territory at the time. And there is no trace of either a slave revolt against the pharaonic empire or of a sudden conquest of Canaan by outsiders.
Nor is there any trace or memory of the magnificent kingdom of David and Solomon. Recent discoveries point to the existence, at the time, of two small kingdoms: Israel, the more powerful, and Judah, the future Judea. The general population of Judah did not go into 6th century BC exile: only its political and intellectual elite were forced to settle in Babylon. This decisive encounter with Persian religion gave birth to Jewish monotheism.
Then there is the question of the exile of 70 AD. There has been no real research into this turning point in Jewish history, the cause of the diaspora. And for a simple reason: the Romans never exiled any nation from anywhere on the eastern seaboard of the Mediterranean. Apart from enslaved prisoners, the population of Judea continued to live on their lands, even after the destruction of the second temple. Some converted to Christianity in the 4th century, while the majority embraced Islam during the 7th century Arab conquest.
Most Zionist thinkers were aware of this: Yitzhak Ben Zvi, later president of Israel, and David Ben Gurion, its first prime minister, accepted it as late as 1929, the year of the great Palestinian revolt. Both stated on several occasions that the peasants of Palestine were the descendants of the inhabitants of ancient Judea (2).
Proselytising zeal
But if there was no exile after 70 AD, where did all the Jews who have populated the Mediterranean since antiquity come from? The smokescreen of national historiography hides an astonishing reality. From the Maccabean revolt of the mid-2nd century BC to the Bar Kokhba revolt of the 2nd century AD, Judaism was the most actively proselytising religion. The Judeo-Hellenic Hasmoneans forcibly converted the Idumeans of southern Judea and the Itureans of Galilee and incorporated them into the people of Israel. Judaism spread across the Middle East and round the Mediterranean. The 1st century AD saw the emergence in modern Kurdistan of the Jewish kingdom of Adiabene, just one of many that converted.
The writings of Flavius Josephus are not the only evidence of the proselytising zeal of the Jews. Horace, Seneca, Juvenal and Tacitus were among the Roman writers who feared it. The Mishnah and the Talmud (3) authorised conversion, even if the wise men of the Talmudic tradition expressed reservations in the face of the mounting pressure from Christianity.
Although the early 4th century triumph of Christianity did not mark the end of Jewish expansion, it relegated Jewish proselytism to the margins of the Christian cultural world. During the 5th century, in modern Yemen, a vigorous Jewish kingdom emerged in Himyar, whose descendants preserved their faith through the Islamic conquest and down to the present day. Arab chronicles tell of the existence, during the 7th century, of Judaised Berber tribes; and at the end of the century the legendary Jewish queen Dihya contested the Arab advance into northwest Africa. Jewish Berbers participated in the conquest of the Iberian peninsula and helped establish the unique symbiosis between Jews and Muslims that characterised Hispano-Arabic culture.
The most significant mass conversion occurred in the 8th century, in the massive Khazar kingdom between the Black and Caspian seas. The expansion of Judaism from the Caucasus into modern Ukraine created a multiplicity of communities, many of which retreated from the 13th century Mongol invasions into eastern Europe. There, with Jews from the Slavic lands to the south and from what is now modern Germany, they formed the basis of Yiddish culture (4).
Prism of Zionism
Until about 1960 the complex origins of the Jewish people were more or less reluctantly acknowledged by Zionist historiography. But thereafter they were marginalised and finally erased from Israeli public memory. The Israeli forces who seized Jerusalem in 1967 believed themselves to be the direct descendents of the mythic kingdom of David rather than – God forbid – of Berber warriors or Khazar horsemen. The Jews claimed to constitute a specific ethnic group that had returned to Jerusalem, its capital, from 2,000 years of exile and wandering.
This monolithic, linear edifice is supposed to be supported by biology as well as history. Since the 1970s supposedly scientific research, carried out in Israel, has desperately striven to demonstrate that Jews throughout the world are closely genetically related.
Research into the origins of populations now constitutes a legitimate and popular field in molecular biology and the male Y chromosome has been accorded honoured status in the frenzied search for the unique origin of the “chosen people”. The problem is that this historical fantasy has come to underpin the politics of identity of the state of Israel. By validating an essentialist, ethnocentric definition of Judaism it encourages a segregation that separates Jews from non-Jews – whether Arabs, Russian immigrants or foreign workers.
Sixty years after its foundation, Israel refuses to accept that it should exist for the sake of its citizens. For almost a quarter of the population, who are not regarded as Jews, this is not their state legally. At the same time, Israel presents itself as the homeland of Jews throughout the world, even if these are no longer persecuted refugees, but the full and equal citizens of other countries.
A global ethnocracy invokes the myth of the eternal nation, reconstituted on the land of its ancestors, to justify internal discrimination against its own citizens. It will remain difficult to imagine a new Jewish history while the prism of Zionism continues to fragment everything into an ethnocentric spectrum. But Jews worldwide have always tended to form religious communities, usually by conversion; they cannot be said to share an ethnicity derived from a unique origin and displaced over 20 centuries of wandering.
The development of historiography and the evolution of modernity were consequences of the invention of the nation state, which preoccupied millions during the 19th and 20th centuries. The new millennium has seen these dreams begin to shatter.
And more and more academics are analysing, dissecting and deconstructing the great national stories, especially the myths of common origin so dear to chroniclers of the past.
Shlomo Sand is professor of history at Tel Aviv university and the author of Comment le people juif fut inventé (Fayard, Paris, 2008)