Moraleja: cuídate de políticos jóvenes, pretenciosos y pendejos por que se matan ellos y a los que les rodean. A tener en cuanta ahora que viene el 2012 y muchos idiotas ya vislumbran por quien sabe qué artes que será ese otro joven y pretencioso estúpido político mexicano gobernador actual del Estado de México el próximo presidente.
Revista NOSOTROSMercado sobre Ruedasviernes 5 de noviembre de 2010
Juan Camilo Mouriño sí piloteaba el Learjet que se vino a tierra hace dos añosTenía todo lo que una persona anhela atesorar a los 37 años de vida, poder y dinero, y por ser el hombre del Presidente, en todos los sentidos, su consejero político y hombre de confianza dentro y fuera del gabinete, no había absolutamente nada que contraviniera su voluntad y deseo, podía darse el lujo de hacer y deshacer donde le diera la gana, como practicar mientras trabajaba su predilecta afición por pilotear aviones de a de veras, incluso el Learjet de la Secretaría de Estado más poderosa de la República, dependencia que tenía a su cargo no hacía ni siquiera un año. Por eso fue que aquel martes cuatro de noviembre de 2008, de regreso de una gira de trabajo por la ciudad de San Luís Potosí, apenas había levantado el vuelo la aeronave, poco después de las seis de la tarde con diez minutos, Juan Camilo Mouriño se levantó de su asiento para irle a pedir al capitán Julio César que le permitiera pilotear el Learjet, Álvaro el copiloto le cedió su lugar y se acomodó detrás de ellos en la estrecha cabina, ante la incertidumbre de los demás pasajeros, algunos de ellos empleados de la oficina de comunicación social en Gobernación, además de quien algunos columnistas afines denominaban como el zar antidrogas mexicano, Santiago Vasconcelos, que por cortesía había aceptado el aventón aéreo a la Ciudad de México… Ni cómo decirle al segundo hombre más poderoso del país que no actuara de determinada manera, como quizás pensaron sus colaboradores. ¡Cómo ya ni siquiera insinuarle que no expusiera la vida de quienes ahí viajaban! Si después de todo él era el jefe, ¡y qué jefe! Así que mejor optaron por encomendarse a la divinidad suprema más próxima a su fe, confiados en que el aprendiz de piloto ya tuviera las horas de vuelo necesarias como para completar el itinerario del vuelo. Sin embargo, el Learjet con matrícula XC-VMC nunca llegó al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, minutos antes de las siete de la tarde cayó en línea recta en menos de veinte segundos a una velocidad que llegó en su picada a cuatrocientos kilómetros por hora, por lo que tocó tierra en la segunda sección del Bosque de Chapultepec, donde comenzó a desintegrarse… Los siguientes días se buscaron culpables del fatal accidente, pero la labor del controlador del tráfico aéreo en el Aeropuerto Internacional fue impecable. El problema fue que el inexperto piloto se acercó a 2.8 millas de distancia, lo que en el espacio aéreo significa demasiado cerca, de un Boeing 767 de Mexicana, y la estela de turbulencia hizo que colapsara la aeronave. Cuando el capitán Julio César quiso retomar el control del jet ya era demasiado tarde, imposible poder moverse para manipular los instrumentos a la velocidad en que venían en picada… Desde un principio se dio la terminante instrucción de ocultar la verdad de los hechos para limpiar la imagen del influyente funcionario del gobierno mexicano, por eso fue que como secreto de Estado fue rotulado el caso, las grabaciones de la caja negra sólo fueron conocidas por unos cuantos; y de lo poco que pudieron saber los incisivos y acuciosos reporteros, fue esa parte de la grabación que filtraron funcionarios para tener elementos con qué culpar inocentes, como fue el caso de los que en realidad sí eran eran pilotos aviadores, aunque egresados de una escuela patito del aire y con licencia arreglada, pero lo que es indudable es que ya habían adquirido experiencia, debido a que durante el vuelo, según quisieron los del gobierno evidenciar, uno de ellos ni siquiera sabía dónde andaba porque confundió Salamanca con Querétaro, cuando el confundido fue aquel misterioso tercer pasajero que viajaba en la cabina y por quien, a raíz del accidente, se dio la tajante disposición de que, por ningún motivo, fuera a ser conocida su identidad en la grabación por los reporteros. Se ocultó la verdad para que los familiares de las demás víctimas del avionazo no le fueran a reprochar el resto de sus días a Juan Camilo Mouriño su imprudente proceder que acabó por ocasionar la muerte de ocho personas… Y como para que el asunto acabara por quedar enterrado, funcionarios de la administración fueron aleccionados para que soltaran el rumor de que el avión había sido derribado por narcotraficantes, aprovechando la coincidencia de que en Learjet iba el zar antidrogas mexicano. Pero definitivamente eso no fue cierto… De eso, ayer, hizo dos años. ¡Qué rápido pasa el tiempo!
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